Esta tradicional fiesta leonesa se celebra el domingo anterior a la festividad de San Froilán, para celebrar la victoria de las tropas cristianas en la Batalla de Clavijo y la liberación de los Reyes Asturleoneses del Tributo de las Cien Doncellas (Cantaderas), que tenían que pagar cada año al Califato Musulmán.

Cuenta la leyenda, que los reyes cristianos tenían que cumplir anualmente el tributo de las cien doncellas, que consistía en entregar a las infelices muchachas a los califas musulmanes, para no sufrir sus ataques. León aportaba una parte de este centenar de doncellas, que procedían de las parroquias de San Marcelo, San Martín, Nuestra Señora del Mercado y Santa Ana.

Pero un año, las doncellas en un gran alarde de valor prefirieron cortarse una mano a ser entregadas a los musulmanes, ante este heroico acto, el Rey Ramiro I decidió presentar batalla a las tropas de Abderramán II, al que derrotó en la mítica Batalla de Clavijo.

La ciudad de León, agradecida por esta victoria realizó una ofrenda al Cabildo Catedralicio, que con el transcurso del tiempo pasó a ser una tradición.

En esta ofrenda que se lleva a cabo en el Claustro de la Catedral, participan las doncellas liberadas, ataviadas con lujosos vestidos y dirigidas por la Sotadera, mujer de la corte del Emir enviada para instruir a las doncellas en las costumbres musulmanas, que acompañan a los dulzaineros y al carro cargado de frutos.

Una vez en el Claustro, las Cantaderas ejecutan sus bailes, y a continuación tiene lugar la disputa del Foro u Oferta, en la que el Cabildo Catedralicio considera que la ofrenda es un foro (obligación), mientras que el pueblo de León sostiene que es una oferta (voluntario), quedando todos los años la misma en tablas.